24 de setembre del 2010

sss (XXIII)...



Con la guerra, que no hace más que intensificarse, el escritorio sobre el que escribo me parece día tras día más estrecho: tengo el lugar justo para poner una pequeña resma de papel. Y al apoyar mis codos sobre la mesa, no tomo la pluma de la manera como querría. Trabajar como un perdido en medio de tales circunstancias, ¿es ser fiel al dios de las letras? Lo ignoro. Simplemente me siento transportado por la convicción casi desesperada de ser fiel a algo. A decir verdad, sin embargo, no hay ninguna razón para que de un trabajo tan insensato germine una gran literatura nacional. Ninguna razón para que de todo esto nazca un nuevo lenguaje, un nuevo estilo, o una nueva literatura en general. A menudo me pregunto qué quiere decir "hacer verdaderamente algo nuevo" en el dominio de las letras. No es solamente "marcar la literatura con el sello candente del espíritu de su época": sin duda, este término debe de poder significar "cantar con el alma impávida de un idiota los instantes absurdos y vertiginosos que componen las páginas de 'nuestro tiempo'". Por otra parte, ¿no es posible considerar en todos los dominios: el de las palabras, el del estilo o el de la forma, una novedad que trascienda los conceptos de "antiguo" o de "nuevo" tal como se usaron hasta el presente; es decir, que sobrepase la distinción entre "lo que existía" y "lo que no existía" en otros tiempos, único criterio utilizado para juzgar lo "antiguo" y lo "nuevo"? E inclusive si, desde el punto de vista de las obras del pasado, tal literatura no tuviera ningún "valor literario", ¿llegaría a perdurar en el seno de toda la literatura sólo por su valor histórico? Ignorante yo mismo con qué coincide este estado horroroso en que me encuentro encerrado, todo lo que puedo decir es que me muevo con la indiferencia de una marioneta manipulada por los dioses, acariciando un deseo, tanto banal como convencional: el de escribir un relato como nadie lo haya hecho, un relato del que se pudiera decir, si llegara a circular: ¡qué bello es!; y en este deseo estúpido estoy totalmente empecinado.



... en el laberint, també hi ressonen els mots...

3 comentaris:

novesflors ha dit...

...un desig no gens estúpid, per cert..., deixar-nos un raconet per crear una mica de bellesa no ve malament, en un món bastant convuls.

David ha dit...

La tossudesa de Kimitake és quasi commovedora. I està relacionada amb un dubte que no acabo mai de solucionar: per què avui en dia no hi pot haver un Shakespeare, un Dickens, un Kafka, un Tolstoi...? I no crec que es degui a la manca de distància temporal; dubto que d'aquí a alguns anys algú descobreixi que en els nostres temps hi havia un equivalent a aquests escriptors.

digue'm ariadna ha dit...

Novesflors... sempre ens cal trobar aquest lloc per crear-la o per gaudir-ne...

David... potser pel seu gust no va arribar a aconseguir mai el seu desig, la tossuderia anava de la mà amb l'exigència, però, llegint Mishima, he pogut tocar aquesta bellesa... Potser sí que d'aquí uns anys pugui aparèixer un equivalent i la llista dels noms de referència literaris es vegi, espero, ampliada. Els grans noms de la literatura no sempre han estat reconeguts en el seu temps. Sé que la meva resposta té una base molt fràgil, però m'agrada pensar que d'aquí uns anys, obres bones i ara estan mig oblidades o són poc conegudes, revifin perquè els lectors i les lectores les han redescobert, fent bandera de que "la literatura clàssica, és la literatura permanent"...