Podem creure que l'absència de tota realitat apareix de sobte, un bon dia, davant nostre o al nostre costat, quan menys ens ho esperem, sense avís i amb l'aparença més crua i dura que ens poguem imaginar. Simplement, hem oblidat que, de fet, mai s'ha mogut d'allí. Ens sentim perduts en un gran espai privat de matèria, sense la noció del temps ni de la realitat, mentre que el nostre propi cervell crea imatges tan reals, que esdenvindran autèntiques presències. Llavors, el buit que ens envolta, mostrarà un feix de llum damunt d'un ring, on, a l'espera del primer toc de campana, del moment zero, de la primera nota de música que ens dissoldrà en l'espai, apareix el contrincant, el nostre adversari. Un combat singular on les paraules seran els nostres punys, i el diàleg del combat no donarà ni guanyadors ni vencedors.
Música para Ascensores és el títol del recull de poemes de José Daniel Espejo, XXI Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás. Al larg de set capítols, els seus poemes, escrits entre el 2001 i el 2007, configuren el seu treball en la zona fronterera del Buit. Una poètica narrativa que omple de paraules una lluita, que sol o acollit a la primera persona del plural, amb tota la seva bellesa i tota la seva lletjor, perfila les tonalitats de llum i ombra del dia a dia, oscil.lant entre la buidor més absoluta i la buidor més parcial. A cops de paraules senzilles i crítiques, el lector veu la defensa del poeta per tot allò que té, que vol i que creu, o que pensa que té, pensa que vol o pensa que creu. Pàgina rere pàgina, poema a poema, davant una lluita contra la pròpia ombra, els mots es presenten sense màscares de retòrica artificial, mostren la sinceritat que pot nèixer de les hores fosques de la nit o de l'esperit, despertant al lector, agafant-lo i mostrant-li un Buit actual, eteri i real, que si bé conté el mal i la mort, també és ple de sentiments i d'emocions, d'existència i d'essència humana.
En el cor del llibre, potser escapant d'aquest treball del Buit, o potser donant precisament la noció del Buit, un malson d'emocions i sentiments, un expel.lit visceral, davant una xarxa al fons de la caiguda, l'oxigen d'un tub vertical, que permet respirar malgrat la fondària: Miguelito Battles the Pink Robots.
Yo que tanto sabía, sobre el papel, de la Nada
no sabía que la Nada consistía en despertarse
un lunes a las dos con la cama empapada
y aquello fuera sangre, y que la sangre viniera
del útero de Charo embarazada de tres meses
de mi pequeño, mi amado, mi precioso hijo Miguel.
La Nada prosiguió en una sala de urgencias,
una médico que dijo que no había nada que hacer
y nos mandó para casa, a esperar un milagro,
durante dos días. Qué sabía yo, de la Nada,
o la Nada de mí, y ahí nos vimos las caras,
nos sacudimos bien. Y los días pasaron,
pero no como días normales hechos de tiempo,
sino como libros eternos, de páginas iguales.
Te dije tantas, tantas veces las mismas frases
que me dio miedo que te hartaras de mí.
Te dije agárrate, quedate ahí con la mamma,
te dije ven, o salta de este lado,
o dame la mano hasta que se olviden de ti
éstos que vienen a buscarte, y sobre todo
te dije, Miguel, tienes que ver esto,
tienes que ver esto, muchachito, vas a ver.
Entonces yo, que tanto había leído de la Nada,
me preguntaba sorprendido: ¿qué tiene que ver?
¿qué es eso que estás viendo tan valioso
ahora, tras tus cursos de la Nada,
tu licenciatura en Nada, qué hay que merezca
ser visto, que no te puedes perder?
Ah, era ésa una pregunta difícil.
Yo ya sabía la respuesta, pero aún
no podía formularla, y miraba
las montañas del sur de la ciudad
repletas de pinos tostados, los árboles de las aceras,
lo poco que a mediodía en julio se ve
sin gafas de sol ni haber dormido,
más que nada miraba las chicas,
las nubes en fuga, el cielo azul
y repetía: Miguel,
tienes que ver esto, cómo puedes decirme
que vas a dejarlo todo, que te largas
a estudiar el lenguaje de las sombras
con todo lo que tengo que enseñarte,
con todo lo que aún no has visto por aquí,
pequeño Miguel.
Y llegó el jueves como llega
hasta en las pesadillas el final de la escalera
y te vimos moverte en una ecografía
con el corazón a ciento diez, y sonreímos
y a mí volvieron las voces a preguntarme
qué era eso que había que ver
tan importante, si no creía en la Nada
y en el Existencialismo, yo, tan leído,
que qué pasaba con Beckett, entonces, que le dijera
a él lo que a Miguel un poco antes,
que volviera al redil. Y contesté:
qué coño. Y repetí: qué coño, señores,
de acuerdo que no hay Dios, pero qué importa
si tenemos esto otro: las montañas,
el camino hacia la playa (en ese punto
los dejé solos y hablé para Miguel),
y la brisa del mar y los pasteles de carne
y la voz de Keren Ann y a Miyazaki
y los libros de Zizek y los pechos de tu mamma,
cómo puedes pensar en perdértelo sin probar,
cómo puedes desertar sin hacerte tu lista
de placeres irrenunciables, contrastándolos todos,
sabiendo de qué hablas cuando hablas de amor.
Otra cosa no te doy, pero es suficiente,
y a cambio nada pido. O si acaso
que no te hagas concejal de Urbanismo
ni traficante de armas, que no le cuentes
a las madres de tus amigos
las palabras que te enseño en este poema,
lo mal que hablamos, tú y yo, cuando decimos la verdad,
los terribles insultos que lanzamos a los siervos de la Nada.
Miguelito Battles the Pink Robots.
José Daniel Espejo.
MÚSICA PARA ASCENSORES.
Editora Regional de Murcia.
Un No-res sota als peus i a la panxa. Un No-res que omple la gola i tapa la mirada. Un No-res que ennuega i que ofega. Un No-res que no guanya. Un No-res... vençut fins la propera batalla.
En Pau Sif em va permetre conèixer aquesta Música para Ascensores de José Daniel Espejo, gràcies a les Jornades de Llengües i Cultures Iberoromàniques de la Universitat de Zadar (Croàcia).